La Gringa del Hotel Bolívar
En el cruce de la Av. Nicolás de Piérola y el Jr. La Unión, en una de las esquinas de la emblemática Plaza San Martín se encuentra el imponente y tradicional Hotel Bolívar, un edificio de seis pisos y que funciona desde diciembre de 1924. El lujoso hotel fue diseñado por el arquitecto Rafael Marquina con el fin de hospedar a presidentes de renombre y dignatarios reconocidos de todo el mundo, por tal motivo, el mobiliario y los acabados corresponden a la ostentación propia del refinamiento de la época. Los salones hermosamente decorados están hechos de mármol italiano y las lámparas fueron traídas desde Francia que se encuentran funcionando hasta la actualidad. Sin embargo, entre tanto esplendor, la mayoría de comensales no conocen de la terrible historia que aún pulula por sus pasillos.
Para el año 1960, el Perú se convirtió en un destino popular y exótico para extranjeros, y para los que querían experimentar la Lima bohemia de la década, el hotel Bolívar representaba la mejor opción, más aún siendo el sitio más recomendado para disfrutar un buen Pisco Sour. Entre estos visitantes, llegaría una mujer de extraordinaria belleza y de procedencia norteamericana a la que los baristas apodarían "La Gringa" y sería la preferida por distintos baristas y maîtres por sus buenas propinas y sonrisas despampanantes. La Gringa acostumbraba a pasar la mayoría de su tiempo en el hotel, en la terraza, en la biblioteca y más que nada en el bar a partir de las cuatro de la tarde. Pocas veces salía, y si es que lo hacía, no tardaba más de un par de horas, nunca regresaba con algún acompañante.
Después de estar hospedada más de un año, un día de semana La Gringa realizó su rutina diaria, y después de tomar un par de copas en el bar, subió al sexto piso donde se encontraba su habitación, colocó el colgador de puerta de "No Molestar" y nunca más salió. Momentos después se vería su esbelto cuerpo caer en picada y a cámara lenta hasta el suelo de la calle. Los policías y peritos llegaron en seguida y al no contar con nadie que reclamara su cuerpo en la morgue, fue desechado semanas después.
Muchos de los trabajadores del hotel, año tras año, afirman sentir un frío estremecedor, especialmente, cerca de la habitación de la antigua comensal. Antiguas mucamas, ya retiradas del hotel, afirman verla caminando de madrugada por los pasillos con su melena dorada y su vestido de terciopelo rojo. Es más, en los años siguientes cuando se intentó hacer reformas en la sexta planta, muchos obreros se quedaban petrificados cuando caminaban cerca de la alcoba, al cabo de días morían inexplicablemente.
Cada vez que alguien se encuentra con ella, prefiere darse media vuelta sin molestarla, los que afirman haberla visto sienten un halo de dolor y enojo cerca y prefieren dejarla tranquila. Desde ese momento, nadie se ha vuelto a hospedar en su habitación y apenas hay movimiento en ese pasillo puesto que puedes encontrar a La Gringa bailando tenuemente, con su vestido rojo al compás de un bolero inexistente
Tratado que tuviera la finalidad de apoyo y colaboración mutua, el 27 de septiembre de 1940 incorporo al Imperio Japonés, los que se firmaría en Berlín el Pacto Tripartito. De esta manera quedarían conformados los que enfrentarían a los aliados.
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